lunes, 1 de junio de 2009

Día 4 d.T. La aparición de Robin

“El mundo está en una gota de agua, sólo hay que saber interpretar el mundo en esa gota de agua” Ryszard Kapuscinski




Decía que uno pasa muchas horas en soledad por acá, tantas que pronto te hartas de ti mismo y empiezas a preguntarte cosas extrañas. Te preguntas por ejemplo, “qué coño hago aquí”. Y esta pregunta te lleva a otra un poco más compleja, “quién coño soy”. Y ésta a otra todavía más difícil, “qué diablos es la vida”. Tragar esto de golpe, así no más, sin un café o un cigarro que ayude a digerirlo, pues está canijo. Recordé entonces las palabras del maestro: “El mundo está en una gota de agua”. En ese mismo instante sentí el humo de la niebla en el cogote y respiré más hondo. Clavé el arado en la tierra y escuché el corte de la cuchilla penetrando en la arena como si la hubiera hecho sangrar. Entonces las cosas tomaron vida y tenían sentido. La lluvia ya no me molestaba, todo lo contrario, calmaba el dolor de mis manos. Ya no veía árboles sino viejos sabios, demasiado sabios como para abrir la boca y hablar. Y así fui creando mi propio mundo lleno de gotas de agua. “Un mundo en el quepan muchos mundos”, me decía, mientras recordaba algún lugar en las montañas del sureste mexicano.

Entonces llegaste tú bajo la forma de un pequeño Robin, con el tamaño de un puño, el pecho pintado con plumas naranjas y los ojos como lunas negras. Tal cual, como los tuyos. Te acercabas dando saltitos hasta que casi podía estirar la mano y tocarte. “Pájaro valiente”, decía. No te di importancia al principio pensando que sólo andabas explorando la zona. Pero entonces me fui a trabajar al otro lado del jardín y apareciste de nuevo. Ya no era una casualidad, me buscabas. Te miré durante más de un minuto y te fuiste, dando saltitos y agitando las alas como si estuvieras temblando de frío. Ya entonces le di tu cabello, tus ojos, tu piel de ébano. Ya eras tú desembarcando en mi jardín desde el otro lado del mundo.

Todos los días desde entonces recibo la visita del pequeño Robin. No tardé mucho en darme cuenta de que en realidad tenía una tentadora necesidad de acercarse a mí. Mientras cavaba y levantaba la tierra, un manjar de lombrices veía la luz. Y ahí estaba él, dando saltitos a mi lado para pescar su almuerzo y escapar temblando de frío. Pero a pesar de todo anulo la conciencia y sigo viendo tu mirada. Te sigo saludando y abrazando con la misma ilusión del primer día porque sólo tu presencia me hace recordar y sonreir. Me sirve que el mundo sea un espejo de tu alma. Me sirve verte en una gota de agua.

Y así no más, traté de dar respuesta a la pregunta más difícil: qué es la vida.
Mi país, mi tierra, mi mundo, la vida, eres tu vestida de ave llegando en mis momentos de soledad, son todos los rincones de tu cuerpo que han pasado por mi piel, con tus guerras y tus carnavales, con la palabra dispuesta en tu boca para matar al bandido y crear un guerrero; la vida es el pequeño jardín donde pasé mi infancia; es una copa con mis viejos amigos en las telarañas de La Cúpula; es la mirada de mi padre en el silencio y el abrazo de mi madre cuando ya no hay brazos a mi lado. La vida soy yo cuando me acuesto y sólo quedáis vosotros.