domingo, 7 de junio de 2009

Clonakilty Bay, Costa sur de Irlanda


A Claudia, a Dorana, a las dos

Si tan solo tu boca, sólo un segundo de tu boca,
se apoyara en mi corazón como una palabra encogida,
con el aire leve entre los dientes, con tus labios fugaces
como cristales de agua en la arena.
Rotos, restos de soldados en el alba.

Si tan solo ese instante de tu boca amaneciera.
Por una vez. Por una vez.
Boca de legiones de gaviotas, de olor a mar, de puerto vacío. Por una vez.
Si esa voz que mueve las hojas de mi piel,
como brisa en el cuello helado, beso que tiembla,
y deja un rastro de luna sangrando
en la fragata plateada de la noche.
Por una vez.

Entonces dibujaría caballos salvajes sobre tu vientre.
Y dejaría de ser unas manos sobre la cara
que recogen las uvas del lamento.
Dejaría este barco de velas quemadas,
dejaría de ser huella.
Dejaría que los peces de tu lengua murieran en mi boca,
y tu boca fuera caracola en mi oído.

Entonces la ausencia extendida del mar, desierto azul,
sostendría en su lengua de espuma la saliva del último beso.
Pero el caballo duerme en tu vientre.
Y esa boca es arena en mis manos,
y el caminar un algo que hay que hacer.
Si tan solo tu boca, un segundo de tu boca,
fuera un soldado en el alba…