jueves, 12 de julio de 2012

Un poeta que resiste



Camino pensando en ese hombre  que me espera en su oficina a las once y media en punto. Aquel hombre que se arrodilló ante Juan Pablo II en el aeropuerto de Managua en 1983, cuando el máximo pontífice retiró su mano y le recriminó que pusiera en orden su vida, porque, difícilmente, iba a aceptar en sus filas a un cristiano, marxista, sacerdote católico, guerrillero, teólogo de la liberación y ministro de cultura de un gobierno rebelde. Y todo eso, era entonces Ernesto Cardenal.

A sus 87 años, el poeta que desafió al Vaticano se ha mantenido conservador con su imagen: guayabera, pelo largo, barba cana y boina negra. Y así, tal cual, me recibe. 

Durante una hora me explica que sigue siendo un recluta de la única revolución posible, la de los pobres;  que el Vaticano sigue siendo una mentira y que la historia tiene una deuda con los ideales de Marx; que se encuentra cómodo en el silencio, que volvería a entregar su vida a   Dios y que el hombre es un lobo para el hombre… ¿quién si no?