jueves, 7 de abril de 2011

Cuando el poeta llora

El poeta mexicano, Javier Sicilia
 
El poeta se revuelca, nada, se sumerge, respira, vive y muere en su voz. Es la palabra hacia adentro, el dedo que araña el polvo de los sentidos. Me he cansado de escuchar que la poesía es un arte marginal, palabras escritas para otros locos que también aprecian la poesía. Errantes, dicen, que todavía hoy declaran la guerra a la razón. Es posible que la pluma de Coleridge o Rimbaud tengan más de filosofía que de sociología, pero cuando se trata de agitar conciencias, el poeta no sólo desempolva las telarañas del alma, también puede convertirse en un caballo de batalla en la arena política y social. Lo hizo Miguel Hernández en las trincheras republicanas, recordándoles a los soldados a qué huele la tierra donde nacieron, a qué sabe la libertad y el sentido de un verso junto a una bala. Lo hizo Pablo Neruda, autor de una lírica tan “dañina” que Pinochet ordenó que cada una de sus palabras ardiera en el infierno. Lo hicieron otros tantos y lo hace hoy Javier Sicilia, un poeta mexicano herido por la muerte de su hijo, un joven veinteañero torturado y asesinado junto a otros seis compañeros en Cuernavaca, la “ciudad de la eterna primavera”, la ciudad que, 36.000 muertos y 5 años después, vive un invierno sombrío.
De esta ciudad emergió Javier con una puñalada en el corazón: “El mundo ya no es digno de la palabra. No puedo escribir más poesía. La poesía ya no existe en mí”, declaraba poco después de conocer la noticia. La muerte de su hijo ha reventado la intimidad de su voz. Ha muerto su poesía y con ella el alma de millones de mexicanos, los mismos que se despiertan cada día con titulares ensangrentados y militares armados en las esquinas, hartos de ser nadie en las estadísticas necrológicas de un gobierno incapaz de garantizar la seguridad e impartir justicia. Su poesía ha muerto, pero ha nacido un león que desgarra también con la palabra. El poeta enarbola estos días lo que no ha logrado nadie en un país que tiembla al escuchar la palabra “narco”. Un país que ha visto llover cifras que hablan de 14.000 huérfanos en la guerra contra el narcotráfico, cientos de migrantes secuestrados, decenas de bebés ametrallados. El miedo se traduce en silencio, pero Javier Sicilia ha sacado a miles de personas a la calle con una consigna: “Estamos cansados, muy dolidos. Cada muchacho que se está muriendo se está volviendo el hijo de cada uno de los seres de esta nación. El corazón de México está podrido por la violencia criminal”. El asfalto vuelve a agitarse en el país. Lo hace de la mano de un poeta, esos seres errantes a lo que muy pocos escuchan, hasta que muere su poesía en el infierno de las balas.