viernes, 27 de abril de 2012

Terapias mayas para la crisis




 Me enfermé de fiebres tifoideas la noche antes de viajar a Nicaragua. Tuvimos que esperar  unos días como esperan los marinos de Joseph Conrad, inquietos en tierra y amainados sobre el mar. Mientras tanto, aceptamos una invitación para acudir a una ceremonia de temazcal y limpiar los vertederos de la mente. 

El temazcal es un rito de purificación celebrado durante siglos por los indígenas de Mesoamérica. Consiste básicamente en un proceso de depuración emocional  y física a través de rezos y baños de vapor. En una estructura circular de no más de metro y medio de diámetro, construida con cañas de bambú y mantas, se crea una especie de “iglú tropical” que simboliza el vientre de la Madre Tierra.  En él hay una pequeña puerta y un hoyo en el interior para introducir piedras de río ardiendo: las “abuelitas”.

El espacio es reducido y en el temazcal hemos entrado alrededor de doce personas. Se vierte agua sobre las piedras y el vapor se extiende por el temazcal… El cuerpo se cubre de sudor, el calor agobia. Dentro reina la oscuridad, ese mundo donde los espíritus vagan hacia un nuevo nacimiento.

Se reza por los familiares, antepasados y amigos; se ora para agradecer al animal su sacrificio, para que regrese el verdadero sabor del agua, porque el hombre deje de ser hombre y se sienta de nuevo naturaleza.

Una “abuelita” dijo que no debíamos tener miedo a juntarnos, a pesar del calor y el espacio. Una “abuelita” dijo, en el fuego del temazcal, que alguna vez estuvimos mucho más  juntos.