viernes, 2 de septiembre de 2011

Días de amor y guerra


Pasé mucho tiempo buscando un puerto y un solo  instante para entender que ese puerto era el mar, sólo el mar. En estos años a la deriva he aprendido a convivir con la despedida sin más remedio que hacerla parte de mi. Vivo en un adiós que llega, no más, por un camino elegido: el movimiento.  En esa senda hay adioses fugaces, el de esas voces que pasan por mi vida unos minutos, unas horas, quizá días; hay un adiós definitivo para todos aquellos que nos miramos con la certeza de que no habrá un reencuentro; hay un adiós nostálgico para el país que abandonas, y un adiós doloroso para la familia y amigos que algún día, seguro, volverán.

A la despedida hay que cortarle las alas, me dicen, para que no sobrevuele tanto el recuerdo. Hagámoslo pues. Me quedo con vuestro calor durante estos días en Madrid. Gracias por hacerme comprender que siempre habrá un lugar donde alguien me espera. Gracias por el apoyo de la palabra y ese amor incondicional que no deja de existir, a pesar del adiós. 
A todos quiero compartiros algunos reflejos de esta vida a través de estas cartas, mensajes en una botella lanzada a ese mar que tanto busqué. Días de amor y guerra es para vosotros…