miércoles, 5 de agosto de 2009

En la mitad del mundo…


Hay muchas formas de sentir el sur de América. Yo lo hago desde los Andes, en esta inmensidad de piedra y arena que me cuesta tanto respirar y entender. La tierra del Inti (Sol). La reconozco en las cimas nevadas de los volcanes, en los páramos y los cañaverales que permanecen en silencio hasta la llegada de la zafra, cuando el campesino corta la caña, herido por el calor.

A veces la huelo, cruzando las calles de la mañana entre el humo de los puestos de frituras y los bidones de maíz hervido; la toco en las manos que estrecho, más hinchadas y secas de lo normal, manos de piedra, de azada y machete; la noto en la piel de los indígenas quichuas, en los fuertes pómulos que eclipsan parte de su mirada, ojos de duelo e historia partida. Me arrastran sus trenzas azul profundo, sus pies descalzos, los colgantes dorados y las frentes sombreadas por sombreros de pluma.

Apoyan la barbilla en el pecho y duermen una historia de polvo y ceniza.

Ni Capricornio ni Cáncer, la mitad del mundo sigue doliendo en los rostros. La cultura del poncho aguanta el frío de la sierra cubriendo el cuerpo hasta la orilla de los ojos; en los sacos de maíz parecen llevar las cadenas del olvido, pero en esa pesada cruz, llega tallada su música, su lucha común, la esperanza de una nueva vida… indestructible.

El Sur está repleto de estigmas que se van rompiendo por el camino en nombre del amor a una tierra y a una vida que fue.

Como siempre, me siento cerca de esa tierra pero lejos del hombre.