miércoles, 11 de mayo de 2011

La Marcha del Silencio


Cubierta con un pañuelo rojo hasta los ojos y en posición marcial, una niña de apenas seis años entona el himno zapatista. A su lado, más de quince mil hombres, mujeres y niños con los rostros encapuchados, crean un cántico unísono frente a la catedral de San Cristóbal de las Casas. Después de una década, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha vuelto a tomar las calles del sur de México. Los insurgentes han desfilado de forma pacífica y en el más absoluto silencio. Una marcha de cuatro horas bajo un lema: “no más sangre”. 

En menos de una semana, el Gobierno mexicano ha visto desperezarse a dos gigantes dormidos: una de las dos guerrillas activas en el país, el EZLN, y el más poderoso, la población civil. La guerra iniciada por Felipe Calderón contra el narcotráfico ya se ha cobrado la vida de 35 mil personas, entre ellos víctimas en fuego cruzado, o enterrados en fosas comunes después de vivir un agónico secuestro. La violencia se ha adueñado de amplias regiones del país, desde el norte hasta el sur, donde no pasa un día sin que los diarios locales tengan que enviar a un fotógrafo para retratar asfaltos cubiertos de sangre. La sociedad vive arrinconada entre el miedo y el discurso cada vez menos creíble de un Gobierno empeñado en validar su estrategia de militarización, mientras las escuelas y los parques se llenan de niños sin nada que hacer, enquistados en la pobreza y esperando coger un arma para ganar dinero.

El poeta Javier Sicilia prometió una movilización contra esta situación y la ha cumplido. La muerte de su hijo, asesinado por miembros del cártel del Pacífico Sur, provocó la ira del escritor. El eco de su dolor no tardó en extenderse por el pueblo mexicano. El pasado jueves Sicilia inició una marcha de 90 kilómetros desde Cuernavaca hasta la ciudad de México, donde el domingo se congregaron más de cien mil personas reclamando justicia. Sicilia se ha convertido en el paradigma de cientos de familias que durante meses han convivido en silencio con el dolor y han visto en la palabra del poeta un rincón donde asirse y expresar su indignación.

Después de dos años “desaparecido”, el Subcomandante Marcos, líder del EZLN, ha publicado a través de la prensa varios comunicados en los que critica la estrategia de Calderón contra el crimen organizado y el apoyo a Javier Sicilia en sus demandas al Gobierno. Marcos movilizó el pasado sábado a las bases de apoyo zapatistas para gritar una consigna: “estamos hasta la madre. No más sangre”. El escenario era sobrecogedor. Quince mil supervivientes de la revolución armada del 94 volvían a tomar las calles, desarmados y ocultos en sus característicos pasamontañas, un símbolo con el que los indígenas pretenden llamar la atención después de haber permanecido en el olvido durante siglos, cuando todavía tenían el rostro descubierto. 

Han tenido que pasar diez años para ver un escenario similar. La última movilización zapatista se produjo en la Marcha del Color de la Tierra, que llevó los comandantes del EZLN por el país exigiendo el cumplimiento de los Acuerdos de Paz firmados en 1996 en San Andrés Larráinzar. Las comunidades autónomas zapatistas han desafiado el orden político tradicional, creando una sociedad con una sola jerarquía, la del respeto y la conciencia de un ser colectivo: “un mundo en el que quepan todos los mundos”. Las comunidades zapatistas llevan veinte años en resistencia y la mayor parte de ellos secuestrados por la marginación de un gobierno que ha decidido combatirles con la misma medicina de siempre: el olvido. Las armas eran demasiado ruidosas.

En esta última marcha no ha habido reclamos políticos más allá de la bandera negra con la estrella roja del EZLN. Las mujeres portaban pancartas con una misma idea: queremos un país en paz. A la espalda llevaban a sus bebés, que respetan estoicos el silencio de sus padres como si las lágrimas estuvieran prohibidas. Los quince mil manifestantes, llegados de la selva y la montaña chiapaneca, se fueron extendiendo por la Plaza de la Paz cristobalense en riguroso orden, llenando cada rincón de la calles ante el asombro de los turistas que recorrían la ciudad. Sobre un altar improvisado los comandantes David, Tacho y Guillermo, vestidos con indumentaria tradicional indígena, leyeron un comunicado en español, tzotzil y tzeltal. Aquí un extracto:

Pueblo de México y pueblos del mundo:
Hermanas y hermanos:
compañeras y compañeros:

Hoy estamos aquí miles de hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional para decir nuestra pequeña palabra.

Hoy estamos aquí porque personas de corazón noble y dignidad firme nos han convocado a manifestarnos para parar la guerra que ha llenado de tristeza, dolor e indignación los suelos de México.

Porque nos hemos sentido llamados por el clamor de justicia de madres y padres de niños y niñas que han sido asesinados por bala y por la altanería y torpeza de los malos gobiernos.
….

Hace unos días empezó a caminar en silencio el paso de un padre que es poeta, de unas madres, de unos padres, de unos parientes, de unos hermanos, de unas amistades, de unos conocidos, de seres humanos.

Estas personas honestas están pidiendo, demandando, exigiendo del gobierno un plan que tenga como principales objetivos la vida, la libertad, la justicia y la paz.

Y el gobierno les responde que seguirá con su plan que tiene como principal objetivo la muerte y la impunidad.

Estas personas no buscan ser gobierno, sino que buscan que el gobierno procure y cuide la vida, la libertad, la justicia y la paz de los gobernados.

Su lucha no nace del interés personal.

Nace del dolor de perder a alguien que se quiere como se quiere a la vida.

Los gobiernos y sus políticos dicen que criticar o no estar de acuerdo con lo que están haciendo es estar de acuerdo y favorecer a los criminales.

Los gobiernos dicen que la única estrategia buena es la que ensangrienta las calles y los campos de México, y destruye familias, comunidades, al país entero.

Pero quien argumenta que tiene de su lado la ley y la fuerza, sólo lo hace para imponer su razón individual apoyándose en esas fuerzas y esas leyes.

Y no es la razón propia, de individuo o de grupo, la que debe imponerse, sino la razón colectiva de toda la sociedad.

Y la razón de una sociedad se construye con legitimidad, con argumentos, con razonamientos, con capacidad de convocatoria, con acuerdos.

Porque de eso se trata todo esto, compañeras y compañeros.
De una lucha por la vida y en contra de la muerte.

No se trata de ver quién gana de entre católicos, evangélicos, mormones, presbiterianos o de cualquier religión o no creyentes.

No se trata de ver quién es indígena y quién no.

No se trata de ver quién es más rico o más pobre.

No se trata de quien es de izquierda, de centro o de derecha.

No se trata de si son mejores los panistas o los priístas o los perredistas o como se llame cada quien o todos son iguales de malos.

No se trata de quien es zapatista o no lo es.

No se trata de estar con el crimen organizado o con el crimen desorganizado que es el mal gobierno.
No.

De lo que se trata es de que para poder ser lo que cada quien escoge ser, para poder creer o no creer, para elegir una creencia ideológica, política o religiosa, para poder discutir, acordar o desacordar, son necesarias la paz, la libertad, la justicia y la vida.
Y nosotros, las zapatistas, los zapatistas, elegimos luchar por la vida, es decir, por la justicia, la libertad y la paz.

Desde las montañas del sureste mexicano.
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, 7 de mayo del 2011