Fue
hace más de quinientos años. Funambulistas y trovadores procedentes de España
desembarcaron en tierra azteca y se unieron a bufones de la corte de Moctezuma,
“chocarreros”, como los llamó Bernal Díaz del Castillo en sus crónicas de la
Nueva España.
Juntos se adentraron por pueblos recónditos, empuñando malabares, disparando
versos. En una época de látigo y sangre, los teatreros se esmeraron por llevar
sonrisas a una civilización mutilada por la conquista.
Las compañías de teatro coloniales fueron desapareciendo, pero los indígenas
aprendieron el oficio y se volcaron en una vida nómada. En la Mixteca, una
árida y kilométrica región al sur de México, sobreviven los últimos trovadores.
La literatura habla de ellos como “poetas campesinos”. La historia los
recordará como maromeros.
En
su casa, rodeada de polvo y piedra, antes de que se enciendan las miles de
estrellas que se asoman por el cielo mixteco, don Erasmo me cuenta una
historia:
“Pancho, Pancho González, era el mejor payaso que había aquí. Vino a
trabajar por allí, por un pueblo. Allí se fue la luz… Unos con sus lámparas y
otros con sus velas, buscando si no se había muerto. No había nada. ¿Y Pancho?
estaba en medio de los palos (donde se hacen los malabares). Abajo tenía un
palo y encima el otro. Todavía estaba con vida pero ya no se pudo. Así como
estaba el pobrecito, con su vestidura, pintado y todo. Pero los doctores se
empezaron a reír de él... Ahí se acabó ese payaso”.
Don Erasmo fue también maromero. Ha colgado los guantes con 78 años, pero de
vez en cuando saca fuerzas de flaqueza y recita algunos versos porque,
esto del arte, dice, es como el que se come un pedazo de tortilla, “como que se
emociona uno, señor”.
Os dejo el tráiler de un documental sobre los últimos maromeros. Lo realicé con
Isaac y una pequeña cámara de mano en un revelador viaje por la mixteca. Allí
escuchamos a unos hombres que durante el día cosechan maíz y en las noches
hacen malabares en un alambre de equilibrismo. Historias como la de Pancho
González, que se despidió de la vida frente a la sonrisa burlona de los
doctores.
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